Su destrucción abre aún hoy un sinfín de interrogantes, pese a la famosa artimaña del Caballo de Troya, en cuyo vientre un puñado de soldados griegos encabezados por el valeroso Diomedes atravesó sus murallas al despuntar el alba. Y por si no bastara tanto enigma, se han descubierto varias Troyas, una encima de la otra. A la que se suma otra teoría de que Troya no habría estado en Asia, en el valle delimitado por los ríos Escamandro y Simois, sino a orillas del Mar Adriático. Nada menos que en la actual Yugoslavia ...
En cuanto al fin de Troya, las enciclopedias recuerdan que Ulises aconsejó pactar un falso armisticio con los troyanos, quienes recibieron alborozados la proposición. Entonces Ulises, en testimonio de amistad, les ofreció un gigantesco caballo de madera explicándoles que era una ofrenda a los dioses. Para entrarlo a la sitiada Troya fue preciso derribar todo un sector de la muralla. En su entraña aquel caballo alojaba a un puñado de griegos, que al llegar la noche abrieron las puertas de la plaza: el amanecer vio a los sitiadores dueños de la ciudad.
En 1868 se excaba donde La Ilíada imaginó a Troya: al pie de dos manantiales, uno caliente y el otro helado, que fluyen al río Escamandro. Pero allí no se encontró ni rastros de la metrópolis del rey Príamo. En 1871 se encuentra rastros de la ciudad en una pequeña colina a unos cinco kilómetros de la costa egea. Precisamente, en medio de los ríos Escamandro y Simois, y en la semiárida región más tarde bautizada Tróade. Se comenzó por abrir una larga zanja con tal ímpetu que, de entrada, se arrasó parte del primer nivel: unas ruinas de la época neolítica, de la que sólo quedaban algunos habitáculos y restos de hachas y cuchillos de piedra. Se alcanzó a identificar otras cuatro ciudades, la segunda de las cuales contando desde el plano más profundo pertenecía ya a la Edad de Bronce. Se la dató aproximadamente entre los años 3.300 y 2.500 antes de Cristo. Esa era la Troya de Homero!! . Eran notables los vasos de plata y bronce hallados allí, al lado de diademas, puntas de lanzas, pendientes, y otras joyas de oro así como lingotes de cobre y plata.
La maravillosa gesta troyana, transcurridos más de treinta siglos, continúa agitando la imaginación y el espíritu, del mismo modo que todavía agita sus playas el viento que sopla sin cesar entre las altas hierbas; un viento que no existe en ningún otro punto de esa zona, y que ya Homero describió. Un viento en cuyo hálito Aquiles sigue arrastrando el cadáver de Héctor, frente a las murallas de la invencible Troya.