Has llegado al punto en que crees que necesitas cambiar. Sabes que hay algo que sale de ti que no te gusta, pero lo que no sabes es a qué es debido y cómo empezar a cambiarlo. Entonces, empiezas a cuestionártelo todo. Tus actos, tus pensamientos, tus impulsos. ¿Estás realmente haciendo lo que quieres? ¿Eres tú el autor de todo lo que habita en ti y te mueve a actuar? Empiezas por querer pensar diferente. A todo aquello que viene a tu cabeza le das la vuelta, para probar y actuar de forma contraria. Y ves que nada cambia. Puede que los resultados de tus actos y pensamientos sean diferentes a los que suelen ser, pero dentro de ti existe la misma sensación de inactividad, inconformismo y decepción.
¿Por qué nos pasan estas cosas? Por una sencilla razón: no nos queremos suficiente. Nunca lo hemos hecho. En primer lugar, porque pensamos que si no estamos a gusto tenemos que cambiarnos a nosotros, y no debería ser así. No somos de una manera u otra porqué sí (aunque sigan creyendo en esas cosas). El violento ha vivido una serie de situaciones trágicas o traumáticas que, seguramente, habrán influido en su carácter, manera de pensar y actuar. Así como el/la miedoso/a, el/la tímido/a, el/la altivo/a u otros mil estereotipos que podemos hallar en esta sociedad. Por lo tanto, señoras y señores, tenemos la solución en los morros. Es imposible cambiar algo de nosotros mismos si no somos capaces de cambiar aquello que nos rodea. Pero te da miedo. Salir de tu zona de confort y carecer de la seguridad de la que gozas ahora. Te horroriza perder ventajas ya adquiridas en la vida, bienes preciados, tiempo, excusas. Todo son excusas cuando se trata de un cambio. Lo realmente cierto es que no serás capaz de cambiarte si no cambias tu alrededor. Sí, me estoy refiriendo a tus costumbres, compañías, manías, hábitos, lugares frecuentados. Y no me refiero a que los abandones, sino a que amplíes tu abanico. A que veas más, y no te quedes sólo con lo que tenías ahora. Porque sino no vas a poder cambiar.
Y llegados a este punto, me gustaría hacer alusión a los psicólogos. Por un lado a aquellos que te preguntan qué quieres solucionar y te piden que les cuentes tu problema más preocupante, por ejemplo que no sabes cómo llevar una ruptura y lo estás pasando mal. Bien, te van a dar
“tips supermolongos” para que lo superes. Y sí, también vas a hablar cuatro cosas sobre tu situación en otros aspectos como las amistades o la familia, pero sólo para que parezca más real. Pero ahí se quedará todo, en frases convincentes que intentarán cambiar tu manera de pensar. NO. No tendrás ni para empezar, chato/a. Cuando queremos cambiar, debemos mirar un poco atrás. Aquello que nos ha dolido o nos ha podido marcar. Debemos trabajarlo y perdonarlo. No debemos excusarnos nunca por como hemos podido actuar. Una vez aceptado y perdonado, debes proceder a los cambios. No a cambiarnos a nosotros mismos, sino a iniciar un proceso de cambio general.
Hace poco me dijeron que hiciera cosas que me dieran miedo. Cuánta razón. Normalmente sentimos esta necesidad de cambio simplemente porque nos ponemos límites donde nos los hay. Y nuestro “yo” nos dice que hay algo que está fallando. Nos falta no la chispa, sino una gran llama para ser felices. Llego a la conclusión que somos humanos, y, por lo tanto, imperfectos. Es imposible cambiarnos a nosotros mismos. Debemos cambiar aquello que nos rodea. Tenemos la capacidad de elegir aunque ciegamente pensemos que no.
Olvida límites, proponte nuevas circunstancias en la vida y déjate llevar. Si es que quieres cambios, claro.