Las prácticas esotéricas tratan de hacernos explorar más allá de la esfera común -”el mundo normal”- con la finalidad de que nuestra visión espiritual se amplíe y/o que las entidades superiores intercedan para el cumplimiento de nuestros anhelos.
La tradición del chamanismo, afincada en los pueblos andinos y sus alredores, tiene una manera muy particular de llevar a cabo sus prácticas esotéricas. Más específicamente, al norte del Perú se llevan a cabo ceremonias de sanación, protección y adivinación cuyo artilugio principal es una planta que ha sido bautizada como el Cactus de San Pedro.
Según la leyenda y los propios resquicios arqueológicos, el famoso cactus ya era utilizado desde la época pre-incaica por el pueblo Moche -ubicado en la actual ciudad de Chiclayo- desde el siglo I d.C. De ahí que muchos lugareños todavía acudan al llamado Mercado de los Brujos para adquirir la planta que ayude a curar sus males.
El Cactus de San Pedro es parte principal de las mesadas, rituales en los que un chamán realiza los trabajos de sanación y adivinación del futuro mediante la preparación e ingesta de un brebaje a base del cactus. Este debe haber sido hervivo durante varias horas previas a la ceremonia para concentrar sus poderes alucinógenos y generar un efecto inmediato en quienes lo beben.
De ahí la importancia del maestro chamán para saber qué cantidad proporcionar a cada asistente -en caso los encuentre preparados para ello- a la mesada y orientar sus visiones.
Es muy importante tomar con seriedad la intenciónn de las mesadas y el brebaje con el cactus, ya que si no somos plenamente concientes de su poder y de nuestros propósitos personales, la bebida podría jugar en nuestra contra, ocasionando estados similares a la locura. Si aún con esta advertencia estamos seguros de querer participar en el ritual, vale la pena realizar esta experiencia única y que nos puede marcar para toda la vida.