El final se hace necesario cuando se consuma una etapa y prorrogarla es más doloroso que concluirla. Ejemplos:
Una amistad tóxica.
Una relación romántica llena de infidelidades, que nos hace daño.
Un objetivo que ya no nos interesa.
Un compromiso que ha dejado de tener sentido.
Etc.
¿Por qué será que muchas personas no pueden abandonar una situación, por mucho que sean conscientes de que es destructiva para ellas?
Las razones pueden variar de una persona a otra. Quizás nos referimos a alguien que no ha aprendido las habilidades necesarias para afrontar la pérdida y la separación.
Por el contrario, puede tratarse de alguien que ha vivido tantas pérdidas traumáticas a lo largo de su vida, que se niegue a revivir la experiencia.
O puede que esa persona tenga interiorizado que el final es algo “malo” o que siempre hace daño.
¿Pero qué es lo que está detrás de esas razones? El miedo.
La persona se siente incapaz de poner el punto y final necesario. Ya sea porque teme a la tristeza, a la soledad, a la confrontación, a lo desconocido, a herir a otra persona o a que le falten las palabras en el momento de terminar.
Muchos de nosotros hemos pasado por ahí. Probablemente, todos. Hemos vivido finales necesarios, a veces dolorosos, que nos han permitido movernos de una etapa a otra.
Y, además de necesario, es algo natural. Termina un ciclo y empieza uno nuevo; como ocurre con las estaciones del año.
Cuando el miedo nos impide cerrar ese ciclo, hemos de identificar qué es exactamente lo que nos lo impide; aprender del miedo: Qué sentimos cuando vemos el final cerca; cómo nos paraliza; qué excusas nos ponemos para eludirlo; qué pasaría si no terminamos con esa situación…
Una vez desenmascarados nuestros temores, podremos comenzar a dar los pasos necesarios para vencer ese miedo y liberarnos para pasar a la nueva estación que nos espera.
Basado en: Necessary Endings, de Henry Cloud