Mientras veía un partido de una de mis ídolos del tenis femenino, me llamó la atención cómo su rival se hacía barra a si misma motivándose independientemente del resultado del partido.
Y eso me llevó a preguntarme: ¿cuántas veces me motivo a mi misma al día?
¿Cómo es el contacto conmigo misma?
¿Cuántas veces me escucho, me veo, me siento?
¿Cuál es el dialogo interno que anda mientras camino?
¿Qué tanta intimidad disfruto conmigo?
Y es que la intimidad no es solo un encuentro sexual entre dos cuerpos.
La intimidad reposa en el conocimiento intrínseco de nuestro espíritu, de comunicarnos con él, con nuestros sentimientos y emociones.
Comprendernos, amarnos, respetarnos.
Tenernos paciencia en todos los sentidos y en todos los contextos.
Porque el contacto con nosotros mismos, al ser incorporado en nuestro sistema de valores, inmediatamente se flecha con la integridad…
Juntos pasean agarrados de la mano por los pasillos en el centro comercial de nuestras acciones. Comen palomitas de maíz en el cine mientras observan la película de nuestra vida. Cenan románticamente en el restaurante lujoso de nuestra mente. Miran en un mismo abrazo la luna de nuestras emociones. Se acarician en la piel de nuestros sentimientos y en una noche fría se cobijan con nuestras palabras.
Y es que la mejor muestra de amor propio que podamos regalar a Dios y al mundo es ser coherentes en lo que pensamos, decimos y hacemos.
Para que absortos en un sublime suspiro seamos íntegros al momento de ser y amar sin perder el contacto con nosotros mismos.
http://www.inspirulina.com/cultiva-la-relacion-contigo-mismo.html