Reivindicando el concepto “cita (romántica)"Érase una vez que se era conocí a una chica en un bar y la cité algunos días después para ir a cenar. Al comentarle la providencia, mi amigo Virgen y Furioso tornó a Virgen y Desconcertado y me preguntó qué es lo que creía que estaba haciendo con mi vida. "Conozco a la chica, y si me gusta la cito para ver si me sigue gustando y si le gusto yo a ella", respondí convencido de que algo de razón sí que tenía. "Eso es muy antiguo. Lo normal es salir todos en manada, seleccionar a la que más te guste, procurar no ser el más tonto del bar y seducirla allí, en directo", intentó aleccionarme. Virgen y Pragmático. Bueno, más bien Sexualmente Audaz y Veloz.
Llegados a ese punto, no quedaba mucho por razonar -sencillamente pertenecemos a dos escuelas distintas: él a la hedonista y yo a la epicúrea-, así que seguimos de cañas para olvidarlo, pero hete aquí que en una de las pausas de orinar llegué a plantearme si me encontraba solo dentro de la tendencia del cortejo relacionada con dejar algunas cosas por atar y retomar en un ambiente distendidamente tenso de restaurantes de velas, puertas que yo abro para que pasen y conversaciones de manual (GQ) razonablemente sazonadas con chascarrillos autobiográficos y cierto surrealismo low cost.
Si no quieres ser el peor en una cita, lo que has de hacer es diferenciarte. Préndete fuego a la manga de una manera controlada y responde con presteza (como Wesley en el Pantano de Fuego) de modo que ella tenga historias que contarles a sus amigos pepeliendres al día siguiente y tú no sufras daños permanentes. Nada conquista tanto el corazón de una mujer como estímulos positivos por parte de su radio relacional en el tercer tiempo. Para ello es muy importante que no seas gilipollas y que ejecutes algún acto conmovedor como comprar boletos de Navidad a un boy scout de ojos muy juntos, rescatar de la copa de un árbol al gato de esa anciana o mantener la calma cuando un cantautor callejero parafrasee a Pau Donés.
No niego que citarse uno con una chica puede resultar algo tremendamente aparatoso. Sobre todo para ellas, que han de conseguir un vestido adecuado, mostrarse razonablemente indisponibles, ensayar una sonrisa convincente caso que seáis de los que piropen como atajo y preparar una excusa adecuada algunos de vosotros seáis como tememos (p.e: “¡Sapristi! Acabo de recordar que no saqué la colada de color, bueno, ya sabes cómo son estas cosas. Pagas tú, ¿no? Venga, ciao”)*, pero, de salir bien esto que os planteo, las historias que compartiréis serán más digestivas para con vuestra descendencia que “Conocí a tu madre en el Escorpia en una despedida de soltero y una cosa llevó a la otra”.
*(Ni que decir tiene que si dice “sapristi” la tienes que perseguir muy rápido, agarrarte a su pierna muy fuerte y pedirle matrimonio muy insistentemente mientras te arrastra, pero de diosas con vocabulario vintage, maldita sea, hablaremos otro día).
Otra amiga se quejaba de que en una cita tendrían que verla comiendo y que por eso, mejor ir al cine, donde ni siquiera hace falta hablar, pero, seamos serios, si quedáis para ir al cine y por cualquier causa no acabáis en cañas o en un restaurante mexicano antes de cerrar todos los bares de la noche, lo más normal es que no la volváis a ver en vuestra vida.
Y es que el índice de interés de ella será directamente proporcional al número de horas que pase contigo. La chica lista quedará contigo a las 7 y se programará cena con amigas de la uni a las 9, copas con las del cole a las 11, Pachá con sus amigos gays a las 0:30 y normalmente estará preparada para recibir wasaps de su exnovio motorista a partir de las 3 de la mañana, pero si va abortando sobre la marcha cada una de esas fases o decide incluirte en las mismas, es muy probable que esa noche tus labios puedan llegar a trabajar de manera suave y rítmica.
Me gustan las citas, sí. Las citas son el cénit social de la maquinaria de consumo moderna donde nos hallamos inmersos. De hecho, todos los actos cotidianos medianamente sofisticados que llevas a cabo en tu vida diaria tienen mucho que ver con su epicentro, Nueva York, ciudad donde, si vas en ascensor y detectas una mujer atractiva, le extiendes tu tarjeta de visita y ya os habéis citado de after work en el Soho. Es el dinero mejor gastado y la razón exacta por la que un soltero sexualmente activo trabaja.
Eso, dónde va a parar, resulta mucho más apetecible para ella que una quedada de kalimotxos en una plaza del centro y mucho menos explícito que una peli en tu casa. Una peli en tu casa no deja margen para la saludable ambigüedad, la cual está bien para cuartas o quintas citas, pero no conoces a una chica en clase de pilates y le dices que te prestas a enseñarle el internet, porque si no es vintage (cásate con ésas, por dios), pensará que llamas internet a tu amigo.
Otra de las razones por las que un hombre como tú, que te vistes por los pies, llevas perfume en lugar de colonia y se te ven un poco los calcetines, ha de citarse más que Ted Mosby atiende al valor de enfrentarte a la dama sin doping alguno por medio. Y no, las dos copas de vino reglamentarias durante una cena civilizada no emborrachan a nadie. Ahí estás vendido, amigo. Sin risa floja lubricante conseguida a base de Jägers no eres más que un vulgar terráqueo al que se le verán las costuras. Es por eso que se inventó el dicho: "No voy a acabar de novia con un tío al que conozca en un bar", porque, tal y como explicaba Sócrates durante sus paseos interminables: "La noche me confunde", cita eterna pronunciada inmediatamente después de levantarse al lado de la tataratatarabuela de La Veneno. Así que, en pos de la contención de riesgos, insisto, date or die.
HORRIBILIS BONUS TRACK
Hay un reverso tenebroso a todo este discurso y es el citarse de más. Si tienes demasiadas citas de cena-cine-copa y beso en la mejilla entrarás en el pagafantiásico territorio del cenamiguismo. Eso si, como hemos dicho antes, eres treintañero, JASP, soltero y sexualmente activo.
Otra de las disfunciones en las que puedes caer es seguir citándote con tu pareja estable (vives con ella y eso inmediatamente te convierte en treintañero, JASP, comprometido y sexualmente bastante menos activo) después de varios meses o años. Para ellas supone una suerte de fantasía el que os vistáis adecuadamente, os cortéis las uñas y las llevéis a un sitio de postín quién sabe si esperando a que se les reactive algún resorte emocional que vuelva a catalogaros de nuevo -aunque sea por unas pocas horas- como alguien parecido a la persona que las enamoró. Lo que no deja de ser injusto, porque vosotros estaríais igual de a gusto compartiendo cerveza, nachos y GTA con ellas cualquier sábado por la noche (¿Quién es el poco romántico ahora?)... pero son tan bajitas, suaves y fragantes...
Fuente:
http://www.revistagq.com/articulos/reivindicacion-del-concepto-cita/19051