¿Fue William Shakespeare el autor de alguna de las obras que se le atribuyen? ¿Qué hay de cierto en las teorías que apuntan a que el amigo de Shakespeare, Christopher Marlowe, fue en realidad el autor de dichas obras? ¿Existió una conspiración para silenciar al auténtico autor de las grandes obras maestras de la literatura por temor a que revelase los secretos más oscuros de la corte?
A pesar de los intentos de la crítica especializada por dilucidar los numerosos puntos oscuros de la vida y la muerte de Christopher Marlowe –con el hito cimero de la celebrada obra de investigación de Leslie Hotson La muerte de Christopher Malowe (1925)-, las circunstancias que jalonaron su existencia siguen permaneciendo envueltas en el más nebuloso de los enigmas. Conocemos que en sus años en la Universidad de Cambridge, Marlowe fue contactado y contratado por lo que podríamos llamar el “servicio secreto” británico de la época, aspecto que se halla totalmente documentado, ejerciendo labores de agente doble para la Corona de Inglaterra en misiones nunca del todo esclarecidas, algunas de las cuales estuvieron relacionadas con el gran enemigo de la época para los británicos: el Imperio español.
Con respecto a esta cuestión, algunos estudiosos han llegado a sugerir que Marlowe fue tan buen espía que los ingleses no cayeron en la cuenta de que en realidad trabajaba para los españoles… Por otra parte, sabemos que Marlowe, ya notorio dramaturgo y artífice principal de Los hombres del lord chambelán, en la que comenzaba a hacer sus pinitos literarios un tal William Shakespeare-, contaba con la amistad y el apoyo de relevantes personajes del mundo de la política y de la cultura de Inglaterra isabelina, como sir Walter Ralegh y sir Thomas Walsingham. Ralegh –quien moriría prisionero en la Torre de Londres, acusado de traición a la Corona- mantenía en su casa extrañas reuniones de un círculo de colaboradores conocido como The School of Night (la escuela de la noche), en la que no solo tenían lugar discusiones literarias e intrigas políticas, sino también –según se ha postulado- conciliábulos de carácter esotérico nunca del todo aclarados.
El caso es que Marlowe habría defendido presuntamente ante los tertulianos de La escuela de la noche la necesidad del ateísmo, leyendo un panfleto acerca del tema que se encuentra perdido. Tras su “muerte”, acaecida del 30 de mayo de 1593 en casa de Eleanor Bull-y no en una taberna, como suele señalarse de manera inadecuada-, a manos de Ingram Frizer, Marlowe fue acusado gravemente de ateísmo y sodomía, imputación esta última para la que no existe evidencia real alguna, pues las declaraciones de supuestos “testigos”, como la del dramaturgo y amigo de Marlowe Thomas Kyd, fueron inducidas por espantosas torturas (Kyd, autor de la Tragedia española , murió de hecho al poco tiempo de haber salido de prisión a raíz del daño físico y moral que le infligieron).
Que el fallecimiento de Marlowe se debió a algo más que a una simple disputa con Frizer queda patente en el documento legal de las acusaciones redactado por Richard Baines. En éste e habla –entre otras cosas- de que Marlowe había discutido sobre inconsistencias en las Sagradas Escrituras con “algunos grandes hombres. Que serán nombrados en el momento conveniente” Resulta evidente que uno de estos “hombres notables” fue Thomas Walsingham, quien debió tratar de evitar el escándalo público, y a cuyo servicio trabajaba… ¡Ingram Frizer! Es igualmente sospechoso que el asesino quedara libre sin ser juzgado ni castigo. Por el contrario, poco después de la muerte del dramaturgo, recibiría tierras y rentas del duque de Lancaster, seguramente como premio por los “servicios prestados” en el “caso Marlowe” y en otros análogos en los que sin duda alguna intervino.
Al mismo tiempo, supuestos miembros de la escuela de la noche fueron arrestados y perseguidos, y la represión gubernamental no reparó en tomar medidas terminantes para reducir a la nada a este círculo esotérico. Es interesante conocer que, en 1937, en el solar de la que fuera mansión de sir Thomas Walsingham, se halló una extraña tumba sin nombre de destacable artificio ornamental; surgió entonces la leyenda de que Walsingham hizo que el cuerpo de Marlowe fuera trasladado desde el cementerio de la iglesia de San Nicolás para que se enterrase en la citada tumba. Si así sucedió ¿Qué tenía que ocultar este personaje? Algo olía a podrido en la corte londinense….
Por último, cabe preguntarte: ¿escribió Marlowe las obras de Shakespeare? Dejando aparte las hipótesis biográficas, es más que improbable, si nos basamos en razones filológicas y estilísticas que sería prolijo apuntar aquí. Si es absolutamente cierto que la huella de las obras de Marlowe puede rastrearse en las de Shakespeare. Por ejemplo, Ricardo II debe mucho a Eduardo II; y Shylock , de El mercader de Venecia , recoge rasgos del más violento y desmesurado Barrabás, de El judío de Malta . Además, no son pocos los versos shakespereanos con ecos marlovianos. No obstante, entre cuestiones relativas a la autoría de las incomparables piezas atribuidas a William Shakespeare, así como la identidad de los personajes implicados en la composición y la caracterización de sus bellísimos Sonetos, seguirán permaneciendo en la penumbra, quién sabe sí para siempre en palabras de Hamlet: “el resto es silencio”
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