La laguna de Antela es un humedal de gran extensión que pertenece a la Península Ibérica, que fue desecada en los años cincuenta y que tiene una leyenda que no todos conocen, pero que nos lleva a un momento en el que Dios se hallaba muy apenado por el comportamiento del ser humano en la Tierra.
Sabemos que muchos casos como estos se han vivido en la historia de la humanidad en varias oportunidades, pues no es historia nueva que el hombre, haciendo uso de su libre albedrío, desperdicie este enorme don para buscar satisfacer egoísmos y ocasionar daños a su prójimo.
Respecto a lo que sucedió en la laguna de Antela, se sabe que anteriormente en ese mismo lugar existió una ciudad llamada Antioquia, y que según comentaban todos los que vivían cerca de esa comarca, ahí no existían personas de buen corazón ni con muestras mínimas de caridad hacia los demás.
Eso llevó a que Dios deseara enviarles un castigo que deberían recibir como consecuencia de sus repudiables actos en contra de sus semejantes y de la Ley Divina. Pero fue Jesús quien intercediendo por ellos, propuso darles una oportunidad a los más justos de la ciudad, bajando en forma de mendigo y solicitando ayuda para su persona.
Sin embargo, nadie se compadeció del anciano, y cuando Jesús retornaba apesadumbrado, vio en un extremo de la ciudad una casa en donde vivía una anciana mujer, a donde acudió para solicitarle ayuda. Ella no lo dudó y prestó ayuda al mendigo; le brindó comida, abrigo y un lugar donde pasar la noche.
A la mañana siguiente, Jesús mostró a la mujer cómo Antioquia había desaparecido y en su lugar se hallaba una laguna, siendo ella la única sobreviviente.
La leyenda dice que en las mañanas del Día de San Juan, y con los primeros rayos del sol, se puede aún apreciar en el fondo el campanario de la iglesia, mientras que durante la noche de Navidad se puede escuchar cantar a los gallos