Amarres de Amor con Magia Blanca
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 La vivencia de la Felicidad

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AutorMensaje
Eguzkilore
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Eguzkilore


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MensajeTema: La vivencia de la Felicidad   La vivencia de la Felicidad Icon_minitimeVie Nov 18 2011, 22:31

La felicidad, aunque no siempre sepamos definirla, siempre es posible disfrutarla.
Lo primero que conviene clarificar es la relación existente entre bienestar y felicidad. Evidentemente, en una sociedad consumista como la nuestra, ambos sustantivos y sus antónimos tienen mucho que ver entre sí, pero no son la misma cosa. El bienestar está ligado a la satisfacción que produce el uso y disfrute de bienes materiales y la resolución de necesidades instintivas. En cambio, la sensación de felicidad, según nosotros entendemos, se alcanza cuando el individuo es congruente consigo mismo y se implica en un proyecto de vida que permite la adecuada expresión de sus capacidades.
Sin bienestar es difícil la felicidad, pero su simple disfrute no la garantiza, sino que, por el contrario, en demasiadas ocasiones la dificulta. Los casos más graves de vacío existencial se producen en personas que, instaladas en el bienestar, toman conciencia de que su vida no tiene sentido. Todo bienestar que no se apoye en una dinámica personal realizadora se convierte en la antesala del hastío, la insustancialidad y la angustia. No hay nada tan vano como una vida abandonada a la simple satisfacción consumista. La riqueza podrá facilitar el bienestar, pero nunca determinará la felicidad. En consecuencia, nuestra idea de felicidad se fundamenta más en aspectos relacionados con el equilibrio psicológico y la realización personal que con los índices de consumo que podamos alcanzar, aunque aceptamos, de entrada, que el deseo de "felicidad realizadora" sólo se produce cuando las necesidades primarias del organismo están suficientemente cubiertas. Sin salud, descanso, comida y bebida, difícilmente alguien puede imaginar que la felicidad sea otra cosa que asegurar la supervivencia. Según Abraham Maslow,las necesidades de realización aparecen cuando están cubiertas las de déficit.
Desde un punto de vista psicoevolutivo, podemos afirmar que la tendencia a buscar la felicidad, a través de la realización personal, es un fenómeno que requiere la satisfacción previa de otras necesidades más elementales. Sólo tomamos conciencia de insatisfacción vital cuando, al tener cubiertos los niveles de consumo propios de la sociedad a la que pertenecemos, notamos que nos falta "algo" que no puede ser alcanzado por ese conducto. Entonces podemos hablar de infelicidad.
Ahora bien, la misma sensación de insatisfacción que produce la infelicidad, adecuadamente movilizada, nos puede servir para cambiar el sentimiento. En cierto sentido, felicidad e infelicidad no son más que dos posibilidades extremas de una misma realidad y orientarnos en una u otra dirección depende, en gran medida, de nuestra actitud.
Cada individuo tiene ante sí un proyecto de vida que permite determinado número de posibilidades de reacción e intervención. Cada momento de placer, satisfacción o alegría se puede vivir de forma más o menos gratificante. Cada problema, encrucijada, conflicto o crisis se puede resolver e integrar de forma más o menos constructiva.
En la vida todo sirve, pero las mismas cosas no sirven de la misma manera a personas distintas. El placer puede ser algo gratificante que nos alegra la existencia o la antesala de una esclavitud que nos destruye. El sufrimiento puede sumirnos en la depresión o convertirse en fuente de superación personal. Ambas posibilidades dependen más del tipo de persona que del valor de la vivencia. Por eso nuestra felicidad depende más de cómo vivimos las cosas que de las cosas que vivimos. No siempre es posible crear las circunstancias externas adecuadas para ser feliz, pero siempre está a nuestro alcance vivirlas de la forma más feliz posible.
Con demasiada frecuencia renunciamos a la facultad personal de autoprocurarnos felicidad y la transferimos a nuestros semejantes.
En demasiadas ocasiones culpamos al prójimo de nuestras desgracias, cuando. a lo sumo, pueden ser corresponsables. Demasiadas veces decimos: "Tú me haces sufrir" cuando lo procedente sería precisar que "lo que tú me haces, a mí me hace sufrir" que es algo muy distinto, puesto que implica aceptar que., en última instancia, la forma de vivir las cosas siempre es personal.
Este principio de subjetivación de la percepción es fundamental para el triunfo de nuestra revolución interior porque enfatiza la facultad individual de convertirnos en responsables máximos de nuestra fortuna. Evidentemente, la felicidad depende de "cómo nos van las cosas", pero cómo nos van las cosas depende más de nosotros que de las cosas. Por eso, la teoría de la felicidad se apoya primero en la vivencia subjetiva de la realidad y después, en la "estructura bipolar" sus agentes causales. Lo cual quiere decir que según seamos capaces de interiorizar determinadas circunstancias externas susceptibles de producir sensaciones positivas y negativas, estaremos facilitando o dificultando la posibilidad de ser felices.
La dinámica vivencial del proceso es compleja y abarca tantos matices de conducta que sería imposible señalarlos todos.

FACILITADORES

- realización personal
- amor armónico
- congruencia interna

DIFICULTADORES

- sentimiento de inferioridad
- vacío afectivo
- sentimiento de culpa

Como vemos, el sistema es complejo pero el funcionamiento es elemental: a más facilitadores, más felicidad, y viceversa. Lo relevante del diseño es su carácter interactivo. Todas las variables funcionan como una tupida red de vasos comunicantes que generan determinadas inercias.
Los fenómenos vivenciales pueden autoalimentarse, pero también revertirse. No es lo mismo abandonarse positivamente a la circunstancia que ser beligerante con ella. Por tanto, quien asume el principio de que la realidad no es algo ajeno a la voluntad puede contribuir, por medio de la conducta, a determinar los acontecimientos que nos acercan o alejan de la felicidad.
La facultad de autoinfluencia, entendida como posibilidad de acción consciente y voluntaria orientada a cambiar nuestra realidad es, quizá, la propiedad más significativa de todas las que han contribuido a la evolución de la especie.
Lo que nos humaniza y permite progresar es la capacidad de influir sobre la propia realidad desde la voluntad y la inteligencia. Utilicemos ese privilegio, específicamente humano, para procurarnos la felicidad y descubriremos que en el ejercicio de las acciones que emprendemos en tal sentido, encontraremos una fuente de satisfacción, que además de generar bienestar, actuará como dinamizador del esquema facilitador.
Toda persona puede convertirse en artífice de su propia suerte; sólo hace falta que acepte la responsabilidad de ser el determinante principal de su destino. El compromiso de autodirigir la vida es el peaje que franquea el paso al camino de la felicidad. Quien acepta el papel de protagonista principal de su biográfia tiene muchas posibilidades de conseguir que la existencia sea un proyecto atractivo, donde el esfuerzo, orientado hacia determinados logros, pueda ser experimentado como parte integrante del sentimiento de felicidad.
El día que entendamos que toda tarea, sacrificio o renuncia es fuente potencial de felicidad, el mundo dejará de ser un valle de lágrimas, porque las personas las utilizarán para fertilizar sus vidas. Quien sea capaz de asimilar el sufrimiento, aprender del fracaso y curtirse en el esfuerzo, estará asegurando su íntimo bienestar. No tengamos, pues, miedo a las dificultades, porque como profetizó Ramón Campoamor con gran intuición humanista, afrontarlas adecuadamente estimula la superación personal.

No hay grito de dolor
que en lo futuro
no tenga al fin
por eco una alegría.

Para que esa alegría llegue, para que el dolor que no podamos evitar en el presente se torne embrión de satisfacciones futuras, vamos a asumir la convicción de que somos capaces de autoprocurarnos felicidad a través de determinadas actitudes y conductas. Recuperando un principio revolucionario clásico, vamos a defender que la felicidad, al igual que la tierra, debe ser para quien la trabaja y vamos a actuar en consecuencia intentando incorporar a la existencia todos aquellos elementos que , según nuestro criterio, facilitan la emergencia de la felicidad.
El viaje que propongo implica transitar por un paraje poblado de senderos que no llevan a ninguna parte. Ningún cartel señala la buena dirección, y las rutas más cómodas no siempre están bien orientadas. Ojalá sepamos encontrar en el trayecto alguna de las buenas posadas del camino.
Para propiciar ese tránsito y acertar en el recorrido intentaremos un acercamiento a las circunstancias vitales que procuran la felicidad o nos alejan de ella, bien entendido que la sistematización propuesta no pretende ser más que un referente destinado a que cada cual encuentre el propio. No es por tanto un esquema modélico sino un modelo de esquema cuya utilidad se reduce a servir de referente operativo para aquellas personas que compartan la idea de que una de las facultades importantes del género humano es la de influir sobre el propio destino.
Hammarskjöld decía que "el viaje más largo es el viaje hacia el interior". Quizá, al ser el más largo nos deje cerca de la felicidad.


Texto extraído del libro "la felicidad personal" de Antoni Bolinches
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