En esta época de cambios con respecto a los derechos sobre la identidad de género suceden prodigios etimológicos extraordinarios, pues éstos han resultado inalterables.
Toda batalla social es incompleta si no se vence en el campo de la lengua. En otras palabras: ningún cambio es completo si no incluye la palabra.
En este sentido, las lesbianas son acaso las víctimas predilectas de esta inalterabilidad del lenguaje.
El libro de las lesbianas aparece mencionado por primera vez en La Ilíada, donde se lo asocia a las mujeres de Lesbos, isla habitada -según Homero- por damas de escandalosa autonomía sexual y notable fortaleza física.
En aquella diminuta isla al noreste del Egeo nació la poetiza Safo, mujer castigada fuertemente por el cristianismo, y que terminó por asociar el nombre de su tierra natal, Lesbos, al concepto de homosexualidad femenina o lesbianismo.
Y el término persistió. Se estableció alrededor de 1890 en el habla común de todo el mundo. Se hizo fuerte en el lenguaje. A tal punto que ninguna lesbiana -o casi ninguna, para no generalizar- renegará de él o lo clasificará como algo peyorativo o degradante.
Sin embargo, lo es.
El lenguaje juega aquí una de sus paradojas más despreciables, ya que el verdadero significado de la palabra lesbiana dista mucho de lo que pensamos al oírla.
Como diría un polígrafo juicioso: en la isla de Lesbos no había lesbianas.
Más aún, la palabra lesbiana no hace referencia alguna a la homosexualidad femenina. Por el contrario. Lesbiana significa literalmente "la que practica la felación", es decir, el sexo oral sobre el miembro masculino; y etimológicamente proviene de una antiquísima palabra para definir la dureza de los árboles, en este caso, un rígido pene metafórico.
La isla de Lesbos -declara Homero- está habitada por Lesbianas, es decir, las mujeres que mejor practicaban la felación. El verbo griego Lesbiázein, "felar", apunta a cierta pasión desmedida por besar y lamer obsesivamente el miembro viril, cuestión que las lesbianas modernas consideran abominable, y acaso incompatible con su elección sexual.
La desviación de la palabra lesbiana fue causada -cuando no- por los primeros cristianos que asociaron a la rebelde Safo, original de la isla de Lesbos, con una pasión desmedida por el amor a personas del mismo sexo.
La verdadera palabra griega para definir a las lesbianas era Tríbada, proveniente del verbo tribo, "frotar".
El libro de las lesbianas, en definitiva, no incluye a las lesbianas en absoluto, sino a mujeres heterosexuales de oralidad prodigiosa, así como una de las tantas paradojas del lenguaje que hacen inestable cualquier conquista social; pues en el fondo subyace una ironía imposible de erradicar. Algo así como una concesión social que admite la diversidad, siempre que ésta no desestabilice las viejas formas de estigmatizar.
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