Perdonar es el acto con el que ponemos fin a una situación donde hubo un agresor, un acto ofensivo y un agraviado. Ocurre cuando el ofendido ya no quiere sentirse afectado, ni desea buscar revancha en el futuro.
Perdonar es importante para llevar una vida interior sin complicaciones. Nos permite comprender que todos, en algún momento, corremos el riesgo de fallar, hayamos tenido la intención o no de hacerlo.
Cuando perdonamos a quien nos ha ofendido, eliminamos la intranquilidad que nos provoca estar enojados, nos liberamos de rencores contra esa persona y nos sentimos en paz. Y, si somos nosotros los que hemos cometido una falta, pedir perdón nos libera de culpas y facilita que sigamos adelante.
Pero para poder dar el perdón, o para poder merecerlo, ¡no basta con pedirlo! Para que la función del perdón sea sincera y útil es necesario que cumpla con estas tres condiciones:
Aceptación. Es la acción mínima que se requiere para pedir perdón. Consiste en aceptar que hemos cometido un acto que ha afectado a alguien más. Por ejemplo, si un chico usó el coche de su madre sin autorización, la aceptación deberá llevarlo a que confiese a su madre lo sucedido.
Arrepentimiento. Es el segundo requisito para poder perdonar. Ocurre cuando la persona que ha ofendido a otra manifiesta el firme propósito de no volver a hacerlo en el futuro.
Propósito de enmienda. Esta es la parte más importante en el proceso de perdón. Se trata de hacer algo que compense el daño causado al ofendido. Si una persona roba, después reconoce que ha robado, y luego dice que está dispuesta a no volver a hacerlo, el siguiente paso para obtener el perdón será devolver lo que tomó o entregar algo equivalente a cambio. Si no hace nada por enmendar su falta, entonces no merece ser perdonada.
La enmienda del error debe ser proporcional a la falta cometida, aunque dentro de un contexto lógico y viable: si una persona golpeó a otra, enmendar el error no significa necesariamente ofrecer su rostro para recibir un golpe similar. Pero lo que sí podría hacer sería procurarle al ofendido la asistencia médica que necesite, encargándose de los gastos.
Quien ha cumplido con estos tres principios puede vivir con la tranquilidad de que ha hecho lo necesario para ser perdonado. Si no recibe el perdón, puede vivir libre de culpas, pues hizo lo que estaba en sus manos para enmendar la falta. Lo demás dependerá siempre de la otra persona.
Si alguien que te ha hecho daño no sigue estos tres principios, estás en todo el derecho de no perdonarlo. El perdón es una ocasión valiosa para enmedar nuestros errores, de responsabilizarnos por el daño que podemos causar a los demás. ¡Nos hace crecer y mejorar como personas! No te sientas culpable por rechazar a quien desperdicia la oportunidad de resarcirse y crecer.
Una vida sana requiere estar libre de culpas y rencores. Saber perdonar y, sobre todo, saber pedir perdón, te da la oportunidad de hacerlo. ¡Disfruta de la serenidad que brindará a tu interior!
http://www.hazcheckup.com/vive-pleno/el-perdonar-pedir-perdon-el-verdadero-perdon