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| | Los tuyos, los míos, los nuestros | |
| | Autor | Mensaje |
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Nemesis CO-CREADOR@
Desde : 09/01/2009 He aportado : 24878
| Tema: Los tuyos, los míos, los nuestros Dom Abr 13 2014, 02:02 | |
| Los divorcios son cada vez más frecuentes. Las mujeres y los varones habitualmente volvemos a emparejarnos y de esas uniones nacen hijos que ya no son ilegítimos para nuestra moderna concepción, pero sin embargo no sabemos dónde ubicarlos dentro de nuestro esquema de familia. Ahora los niños tienen hermanos por parte del padre, por parte de la madre, por parte de la segunda pareja del padre, sobrinos que son hijos de medios hermanos y hermanastros con quienes no tienen lazos sanguíneos pero sí convivencia fraterna. Madrastras que no se parecen en nada a las brujas de los cuentos y padrastros a quienes aman y a veces pierden después del último divorcio de la madre. El “quién es quién” en estos nuevos rompecabezas familiares ya no los podemos organizar según el parentesco ascendente, sino según los vínculos afectivos.
Las madrastras modernas no solemos ser ni malas ni feas. Los padrastros podemos tener cierto atractivo. Los hermanastros, dependen de la buena o mala relación de pareja que haya entre nosotros, los adultos, que somos quienes estamos intentando ensamblar la familia. Que nos hayamos embarcado en tamaña aventura, no garantiza que nos llevemos bien, que seamos amables entre unos y otros, que nos encante la idea de ocuparnos de hijos ajenos ni que seamos felices y estemos comiendo perdices. Simplemente las cosas sucedieron así, y tenemos que remar para llegar a algún lugar. Ese lugar se llama armonía mínima para convivir con otros.
Ensamblar familias supone generosidad y apertura. Porque no se trata sólo del amor pasional entre un hombre y una mujer con el consecuente deseo de estar juntos. Cuando uno de los dos -o ambos- tenemos hijos; planear el futuro en común incluye múltiples variables, tantos como individuos hagan parte de esta decisión tomada sólo por la pareja enamorada y sin el consentimiento de los niños. La familia ensamblada nos obliga a tolerar las diferencias, a ofrecer nuestras virtudes –ya sean la tranquilidad, la solvencia económica, el humor, una familia extendida que respalda, la simpatía, la disponibilidad para el diálogo o lo que sea que acreditemos en beneficio de todos- porque una familia ensamblada es siempre un desafío mayor. Somos los adultos que tenemos la obligación de cultivar el amor hacia los hijos que no son propios, si pretendemos que los niños aprendan a convivir, sean respetuosos y solidarios -ya sea con sus hermanos de sangre o de vida- y sientan unos y otros que están en su casa.
Extracto del libro “Upa”, con textos de Laura Gutman | |
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