María es un nombre conocido y utilizado en distintos países. Se escribe de múltiples formas de acuerdo a la lengua: para alemanes, checos o franceses es Marie; para los árabes, Maryam; y para los hebreos se deletrea Myriam. Su significado y origen resultan confusos, pero la relación más obvia que se puede realizar es con la Virgen María –sobre todo para quienes participan del credo cristiano-.
Sin embargo, hay algunas mujeres que, a pesar de portar este nombre, están lejos de ser santas.
MARY BELL, NIÑA CRIMINAL
En 1968, y con tan sólo 11 años de edad, esta inglesa de Newcastle ahorcó hasta la muerte a dos niños. No lo hizo porque se sentía amenaza, no fue una equivocación durante un juego: afirmó que lo había hecho “solamente por el placer y la excitación de matar”.
Este caso conmocionó a toda la comunidad –además de ser uno de los crímenes más emblemáticos del siglo XX-, y le valió a Bell 12 años de reclusión. “Corremos el riesgo de que -Mary Bell- dañe a otros chicos si no es vigilada de cerca”, decía parte del veredicto en aquel entonces.
En 1980, tras su paso por una institución correccional, Mary Bell comenzó una nueva vida bajo el anonimato -le dieron un nuevo nombre para que pudiera reinsertarse en la sociedad sin ser rechazada-. Cuatro años después, el 25 de mayo de 1984, tuvo una hija a la que nunca le contó nada sobre su pasado. Sin embargo, cuando los periodistas descubrieron dónde vivía, tuvieron que salir con la cara cubierta para evitar su acoso, por lo que a Mary Bell no le quedó otra opción que revelarle aquellos asesinatos que había cometido.
Bell recuperó su libertad hace tiempo, pero, según allegados, se ha sentido apresada todo este tiempo “por la culpa y el remordimiento”. Las últimas noticias que se conocieron de ella fueron buenas: pasó a ser abuela a comienzos de 2009.
MARY ANN COTTON, LA ENVENENADORA
Conocida como la primera asesina serial de Gran Bretaña, esta mujer mató a más de 20 personas entre 1857 y 1872. Su método no era nada espectacular ni llamativo: envenenaba a sus víctimas con arsénico.
En caso de que quede alguna duda, Ann Cotton no era ningún tipo de justiciera. Era una enfermera que tenía la manía de intoxicar a sus pacientes para cobrar el dinero que pagaban las aseguradoras en ese entonces. Gracias a esta ambición, en su cuenta se acreditaron las muertes de ocho de sus hijos, siete hijastros, su madre, tres esposos y dos amantes.
En 1873 fue arrestada tras el deceso de su última víctima, cuya autopsia había despertado sospechas en los forenses y en la policía. A pesar de los intentos de su abogado defensor por suavizar los casos que se le imputaban, Mary Ann Cotton fue condenada a muerte y ahorcada el 24 de marzo de 1873.
MARÍA I DE INGLATERRA
Hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, María llegó a ser reina de Inglaterra entre 1553 y 1558. Fueron únicamente cinco años, pero ese tiempo le bastó para ganarse el apodo con el que sería conocida por el resto de los tiempos: Bloody Mary.
La mayor cantidad de muertes durante su mandato tenían que ver con aspectos religiosos –María quiso reimponer el catolicismo en su tierra a la fuerza-. Así fue como murieron más de 250 protestantes en aquel lustro. Es un número alto -alrededor de 50 personas por año-, pero poco se acerca a las 57.000 muertes por las que había sido responsable su padre.
El apodo de María I no sólo debió a sus crímenes, sino también a sus métodos. Bloody Mary se casó con el fervientemente católico Felipe II, rey de España en aquel entonces. Y de aquellas tierras heredaron uno de los métodos de la Inquisición para eliminar a los herejes y a todo aquel que no creyera en el catolicismo: los quemaban vivos en hogueras.
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