A medida que maduramos espiritualmente, cada vez necesitamos menos de las alabanzas y la atención de los demás para sentir respeto por nosotros mismos. Cuanto más compasivos y menos egoístas se hacen nuestros pensamientos, mayor es la satisfacción que sentimos con nosotros mismos y con nuestra vida. Nos relacionamos más fácilmente con los demás, y no necesitamos atraer su atención con nuestros éxitos ni agobiarlos con nuestros problemas.
Un signo de falta de madurez es la queja. Cuando nos quejamos acerca de lo que sucede, acerca de uno mismo, acerca de los demás, esta actitud de queja denota una falta de madurez. Falta de madurez quiere decir que soy incapaz de aprender, no estoy aprendiendo de las experiencias, no me estoy desarrollando ni creciendo, permanezco donde estoy.
Cuando hay inmadurez, la persona mantiene diversos tipos de dependencia hacia los demás, lo cual genera muchas expectativas.
¿Pedimos cooperación o creamos cooperación? Es algo muy diferente. Cuando somos inmaduros lo que hacemos es pedir y tener expectativas. Cuando hay madurez entendemos que tenemos que crear las condiciones para que se dé la cooperación. Tenemos que dar respeto genuino a los demás. No simplemente ser amables con ellos cuando les necesito. Eso es un signo de mucha inmadurez.
La madurez es una consecuencia de la consciencia del alma en la práctica.
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